El vuelo desde Barcelona fue realmente movidito, tuvimos muchas turbulencias y hubo varios ataques de pánico entre los pasajeros. Al llegar a Múnich el tiempo era lluvioso y hacía bastante frío, pero eso no frenó nuestras ganas de visitar la ciudad.
El centro es espectacular, en el encontramos la carismática plaza Marienplatz donde sigue latiendo el corazón de Múnich. En ella se alzan los dos ayuntamientos. El viejo (Altes) y el nuevo (Neues). La torre de este último está rematada por el Niño de Múnich, uno de los símbolos locales. El elemento más importante del Ayuntamiento Nuevo es el Glockenspiel, un carrillón del que aparecen todos los días, a las once de la mañana, unas figuras danzando.
Alrededor de Marienplatz se encuentra la catedral que es el mayor templo de Alemania, con capacidad para 20000 personas, pero no es la iglesia más antigua de la zona, ese honor lo ostenta el templo dedicado a San Pedro, del siglo XIII.
Otra visita obligada en Múnich es la centenaria taberna Hofbrauhaus, ocupa la que fue la cervecería real desde 1598 y en sus mesas corridas se pueden degustar las típicas salchichas blancas weisswurst y cervezas bávaras.
Entramos en esta taberna a la hora del almuerzo y tomamos unos platos típicos bavareses y unas jarras de cerveza. Merece la pena hacer una parada en esta cervecería, donde a diario pasan más de 35000 personas.
Había mucha animación y un grupo de chicos y chicas vestidos con trajes típicos bavareses tocaban música en directo.
En Múnich hay cuatro grandes centros comerciales donde comprar todo tipo de ropa. Se pueden encontrar muchas cadenas de tiendas de moda, por ejemplo Esprit, C&A, Zara, Mango, etc pero también boutiques pequeñas.
Un fin de semana es justito para ver todo Múnich pero suficiente para ver los monumentos más emblemáticos.
Marienplatz
Escaparate con vestidos típicos bavareses
Orquesta tocando en Hofbräuhaus
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